La Hermandad de la Daga Negra 10 - Amante Renacido by J.R. Ward

La Hermandad de la Daga Negra 10 - Amante Renacido by J.R. Ward

autor:J.R. Ward
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Sobrenatural, Fantasia Oscura, Romántica
editor: Punto de Lectura
publicado: 2012-07-10T11:42:01+00:00


Capítulo 37

Tohr volvió al final de la noche con dos dagas sucias, sin munición y una fisura en su pantorrilla derecha que le hacía renquear como un zombi.

Putas llaves de tuerca. Así y todo, devolvérsela a ese lesser en concreto había sido bastante divertido. Nada como lijar la cara de tu enemigo para animarte.

El asfalto era su amigo.

Había sido una dura noche de lucha para todos ellos, hasta bien tarde también... ambas cosas eran buenas. Las horas habían pasado volando y aunque apestaba como carne estropeada por toda la sangre negra y su nuevo par de pantalones iba a tener que ser cosido por un lado, se sentía mejor que cuando había salido.

Pelear y follar, como siempre decía Rhage. Eran los dos mejores estabilizadores de humor que existían.

Qué lástima que el hecho de que estuviera más relajado no significaba que algo fuera diferente. La misma mierda estaría esperándolo cuando volviera a casa.

Atravesando el vestíbulo, empezó el ritual de desarmarse, desabrochando su pistolera del pecho, la del hombro y su canana. El olor a cordero asado con romero recién hecho inundaba el vestíbulo y un rápido vistazo al comedor le mostró que el doggen había puesto la mesa adecuadamente, la plata relucía, el cristal brillaba, la gente ya había empezado a reunirse para la Última Comida.

No’One no estaba entre ellos como normalmente era el caso.

Subiendo las escaleras a la carrera, no podía negar la excitación que se endurecía más y más cuanto más subía. Pero la erección no le hacía exactamente feliz.

Sabes tan bien como yo cuánto no has hecho.

Cuando llegó a su puerta, agarró el pomo y cerró los ojos. Entonces, obligando a los paneles a abrirse, dijo:

—¿No’One?

Su turno debería haber terminado hacía una hora... Fritz había insistido en que necesitaba algo de tiempo para preparase para la cena, algo a lo que se había opuesto al principio, pero parecía que últimamente le había sacado provecho, ya que el Jacuzzi estaba siempre mojado cuando él volvía después de luchar.

Esperaba no pillarla en la bañera. Quería una ducha y no sabía cómo manejar a los dos desnudos en el baño.

Sabes tan bien como yo...

—Cierra. El. Pico. —Dejó caer las armas y empezó a quitarse la camiseta sin magas y las shitkickers—. ¿No’One? ¿Estás aquí?

Frunciendo el ceño, se asomó al baño y se encontró con un conjunto de nadie.

Ninguna fragancia en el aire. Ni gotas de agua en la bañera. Ni toallas fuera de sitio.

Qué raro.

Con la mente distraída, volvió al pasillo, llegó a la gran escalera e hizo buen uso de la puerta oculta de debajo. Mientras atravesaba el túnel subterráneo se preguntaba si ella estaría en la piscina.

Esperaba que no. Su polla rezaba que sí.

Por el amor de Dios, ya no sabía en qué coño pensar.

Excepto... que ella no estaba flotando, ni desnuda ni de ninguna otra manera, en la superficie. Y no estaba con las lavadoras y secadoras. Ni en la sala de pesas, ni en el vestuario o en el gimnasio apilando las toallas. Ni tampoco en la zona de la clínica colocando las batas limpias en la estantería.



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